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¡Hola! Mi nombre es Adam y vivo en la ciudad de Atlantis. Se preguntarán, ¿qué es?, ¿Dónde se encuentra?. Bien, Atlantis se encuentra bajo el mar, hace muchos años en Atlantis ocurrió un accidente fatal que hundió por completo nuestra bella ciudad. Nuestros ancentros no murieron en el trágico accidente, ¡al contrario!, sobrevivieron, evolucionaron y ahora somos los únicos humanos capaces vivir en el mar. Mi vida aquí siempre ha sido maravillosa, los animales marinos son nuestros mejores amigos, nos cuidan, nos transportan y protegen. Además nuestra tecnología se ha desarrollado de forma exponencial comparada con la terrestre, somos pioneros en genética y evolución (como no estudiar aquello que nos permitió sobrevivir), y así mismo en química ya que se nos hizo menester el tratamiento de agua salada en agua dulce para nuestro consumo. La ciudad es hermosa, con bellos edificios gigantes, casas decoradas con plantas marinas y muy coloridas. Todo suena espectacular, sin embargo, por desgra
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Un día me levanté muy débil y con mucho frío, me dolía la cabeza, no podía respirar bien, tenía mucho dolor abdominal, somnolencia e hipertensión.  A los pocos días mi madre también enfermó. Los médicos no sabían qué podía ser, sin embargo, gracias a nuestra avanzada tecnología en genética, se dieron cuenta que, era un gen el causante de estos síntomas, ¡lo peor de todo!, el gen que había permitido a nuestros ancestros hace miles de años evolucionar y adaptarse a las bajas temperaturas de las profundidades del mar. Esta noticia fue abrumadora, ¿acaso significaba que lo que siempre creímos que nos hacía diferentes nos estaba enfermando a mi madre y a mí?, nadie más en la ciudad presentaba estos síntomas, éramos como llamaban los doctores “casos aislados” de enfermedades muy raras a causa de nuestro cambio, les llamaron “enfermedades huérfanas”; tenemos hipotermia periódica espontánea. Pero, ¡tranquilos!, si estoy aquí compartiendo mi historia mediante este blog es porque a pesar de la r
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Mi madre y yo pensamos en acudir a un especialista, y le contamos lo que estaba sucediendo con los pececitos de la guardia. Él nos dijo que, para poder estudiarlos, lo mejor era llevarle unos cuantos de estos pececitos. ¡Y así fue!, mi madre y yo salimos a pasear cerca de los corales donde estos pequeños vivían y como lo esperábamos, varios de estos se nos acercaron y se pegaron a nuestra piel. Con mucho cuidado capturamos unos cuantos peces para llevarlos con el especialista. ( ¡ Tranquilos! , no se preocupen por los pececitos, tiempo después fueron devueltos a su hogar). Resulta que estos peces secretaban una sustancia a través de sus escamas que nos ayudaba a regular nuestra temperatura corporal, era algo increíble y parece ser que, de la misma manera, los pececitos absorbían nutrientes que estaban presentes en nuestra piel y esto les servía de alimento, por lo que todos nos veíamos beneficiados de esto maravilloso proceso.  El grupo de especialistas, luego de un largo y arduo est